UN CIENTÍFICO MEXICANO COMPARA EL DESIERTO CHILENO DE ATACAMA CON MARTE.
El astrobiólogo mexicano Rafael Navarro González revela algunos de sus hallazgos científicos para resolver los enigmas que encierra el planeta rojo.
Montones de cajas, libros y documentos conviven con la roca de la laguna Alchichica en Puebla (México) y una computadora portátil con un distintivo de la NASA. Se trata del espacio del Instituto de Ciencias Nucleares de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) donde trabaja Rafael Navarro González, un científico mexicano que participa en la misión Curiosity para explorar Marte.
Su travesía comenzó a finales de la década de los 70, cuando estudiaba Biología y conoció en una conferencia magistral impartida por la UNAM a Cyril Ponnamperuma, uno de los más prestigiados investigadores en el área del origen de la vida, quien estuvo estrechamente involucrado con la agencia aeruespacial estadounidense en los programas Viking y Voyager, unas misiones de aterrizaje que permitieron desarrollar el primer estudio biológico del planeta rojo.
"En una conversación inusual, logré impresionar a Ponnamperuma debido a la gran curiosidad y entusiasmo que mostré en aquella plática, en la que el investigador se abrió paso entre los alumnos para preguntarme dónde estaba el baño", cuenta Navarro a RT. Su asombro fue tal, que lo invitó a estudiar en su laboratorio de Estados Unidos y le recomendó colaborar con la investigadora Alicia Negrón, del Instituto de Ciencias Nucleares.
"A partir de esa fecha, trabajé en varios proyectos que dieron origen al Laboratorio de Química de Plasmas y Estudios Planetarios de la UNAM, el cual comenzó a funcionar en 1996", relata el investigador.
Tras ese acontecimiento, la incansable búsqueda de sitios semejantes a Marte en la Tierra convirtió a Navarro en uno de los líderes mundiales en los estudios sobre las condiciones bioquímicas del planeta vecino.
RT: ¿Qué avances ha realizado gracias a la implementación de ese laboratorio?
R.N.: Mi investigación es de carácter multidisciplinario e involucra diferentes áreas como física, química y biología. Sin embargo, los descubrimientos que he realizado desde este laboratorio, y que han marcado tendencia, se encuentran en la frontera de la ciencia. Uno de ellos fue entender el cambio climático de la Tierra; pero no de ahora, sino del pasado. Asimismo, estudié los relámpagos petrificados recolectados en el desierto de Libia, un área que forma parte del desierto del Sahara.
RT: ¿Por esas investigaciones surgió su interés por demostrar que el desierto de Atacama (Chile) es una zona análoga al suelo de Marte?
R.N.: Correcto. Lo que demuestran nuestras indagaciones es que este desierto se formó porque las placas oceánicas golpean las placas continentales de Sudamérica y, al chocar, se forman los Andes. Mientras, la humedad del océano Atlántico que penetra por Brasil hace que todas las corrientes colapsen en las montañas. De ahí surge el Amazonas, uno de los ríos más caudalosos del mundo.
RT: ¿Pudo haber existido la presencia de agua en Marte?
R.N.: Hemos encontrado resultados muy importantes en el estudio del planeta rojo. Marte tuvo cambio climático hace unos 4.000 millones de años: era muy parecido a la Tierra, había agua líquida y lluvia. Gracias a los recorridos del robot Curiosity, hemos investigado y llegado a la parte más baja de un cráter donde tenemos evidencia de que hubo un río en el pasado. Del sitio de ese descenso nos movimos a la parte más baja, en una distancia aproximada de tres kilómetros, y encontramos evidencia de un arroyo seco.
RT: ¿Marte tuvo condiciones climáticas para que emergiera la vida?
R.N.: Hace 4.000 millones de años, sí. No sabemos si surgió, no hemos encontrado evidencia de ello, pero sí tenemos la certeza de que tuvo condiciones de habitabilidad. Si en el planeta rojo existieran humanos, los niveles de radiación serían altos y los pondría en riesgo, porque exceden las tasas que se recomienda que un astronauta reciba en toda su vida durante un viaje de la Tierra a Marte y de regreso. Sin embargo, estos hallazgos demuestran que para 2030, año en que están programadas misiones tripuladas de la NASA, los humanos porten trajes especiales que los protejan de la radiación en suelo marciano.
RT: Independientemente de la radiación, ¿qué elementos existen para que alguien pueda habitar el planeta rojo?
R.N.: Es otro proyecto en el que estoy trabajando. Hemos utilizado el Pico de Orizaba (Veracruz, México) como un modelo de lo que podría ser Marte en un futuro. En la parte alta de esa formación no hay vida, pero si descendemos unos 600 metros y llegamos a 5.000 desaparece el glaciar y las condiciones climáticas son lo suficientemente adecuadas para que el agua congelada se evapore o se vuelva líquida. Esa idea nos permitiría probar que, si liberamos gases súper invernaderos en Marte, se puede propagar la vida en este planeta.
RT: ¿Cómo puede contribuir la ciencia a aportar un cambio en beneficio de las nuevas generaciones?
R.N.: Nuestra tarea es hacer ciencia, demostrar que México tiene todos los recursos y la capacidad para hacer investigación de alto impacto. A pesar de que, en estos momentos, no representa ni el 1 % de la que se hace en el mundo, de alguna manera estamos contribuyendo para conocer de dónde venimos y, sobre todo, hacia dónde vamos.
José Luis Montenegro.
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